Test: Peugeot 308 Feline
Mejoró en varios aspectos respecto del 307 y se colocó como referente de los hatchbacks de cinco puertas por su equipamiento de confort y seguridad.
El Peugeot 307 tuvo una vida diez años con un facelift en la mitad. Este exitoso modelo siempre se caracterizó por ser eficiente para distintos usos, ágil y, sobre todo, bien equipado. Finalmente llegó la hora de su reemplazo y el 308 ocupa su lugar.
Fabricado en la planta de El Palomar, en la Provincia de Buenos Aires, los ingenieros de la marca asimilaron el producto al que se fabrica y distribuye en Europa respectando las características de cada mercado. Por lo pronto se comercializa en el país con tres motorizaciones –dos nafteras y una diesel- y tres acabados (Active, Allure y Feline, al igual que el novel 408). –Ver fichas técnicas–
Desde lo general, que resulta de evaluar al modelo en todas sus versiones, este hatchback evolucionó desde el punto de vista del diseño logrando un auto más moderno y siguiendo las líneas que la marca otorga a los productos globales. Tal vez sea menos agresivo su frente que la última versión del 307, pero esto solo quedará reservado al gusto personal del usuario.
En los dos contactos que tuvimos con el 308 nos ha tocado conducir la versión más equipada, la Feline, con motor de 2.0 litros de 143 caballos. En un caso accedimos a la versión manual y en otra a la automática del tipo tiptronic.
Empezando por su interior, evidenciamos una evolución importante en su diseño, que es idéntico al del 408. La consola central cambia finalmente, el sistema de audio que en algunas oportunidades criticamos por su antigüedad y diseño, agrupa tres salidas de aire en la parte superior que le dan importancia a su sección más vista. Modifica la estética del tablero dándole un nuevo aspecto más moderno y rediseña los botones y comandos generales que poseía todo el grupo PSA.
Desde lo funcional, elogiamos la mejora en la sujeción y confort de los asientos, donde elevaron los apoyabrazos centrales y resultan más cómodos que los del 307. La posición de manejo sigue siendo correcta y no modifica mucho respecto de la de su predecesor, manteniéndose atinada y cercana a los mandos, aunque mantiene en el volante las cómodas teclas satelitales para la radio, la velocidad crucero y la computadora de abordo.
Un punto que lo cambia todo es la incorporación de la pantalla en la parte más elevada de la plancha central, que se despliega e incorpora información del vehículo, la radio y al GPS. Este sistema termina por ser la evolución más importante desde el equipamiento porque viene a cambiar un poco las reglas del juego en la forma en que se visualiza la información, además de los mapas satelitales. Por cierto, esta pantalla resulta la más interesante de las pocas que han presentado las marcas generalistas en el país, lo que ya hemos ponderado cuando se lanzó en el 408.
Otro punto que no debemos olvidar es el espectacular “techo cielo”, que reemplaza al techo por un vidrio que cubre casi toda la superficie que se pude cerrar con una cortina de mando eléctrico para atenuar la luz. A pesar que hemos escuchado detractores de este sistema por su excesiva luminosidad, por encontrarlo en algunos casos “sin sentido”, porque ya no se pude abrir como los techos corredizos más conocidos o porque condensa mucho calor en su interior. Lo cierto es que resulta una innovación que luce y se aprovecha con la visión amplia que brinda.
Su comportamiento dinámico no ha cambiado mucho respecto del 307 que montaba este mismo motor de 2.0L de 143 CV. Se mantiene la potencia y no se le han hecho cambios. A estas alturas creemos que este impulsor probado ha rendido sus buenos frutos, pero debería evolucionar hacia plantas motrices más pequeñas, con menores consumos, sin modificar su potencia o subiendo la misma, como lo han hecho con los motores de 1,6 Litros turbo en otros modelos como el 3008. Seguramente lo vaya a equipar el 308 en el futuro, aunque por el momento no existen esas previsiones salvo por la versión RC que podría ser importada con el motor mencionado con 200 CV.
Sí notamos mejoras en la insonorización del vehículo, donde evidentemente Peugeot ha trabajado. Los ruidos exteriores casi no penetran. En mismo sentido, las suspensiones mejoraron sustancialmente, logrando un desplazamiento más confortable sin perder estabilidad, para lo cual se le han cambiado varias piezas. Esto último se confirma en la conducción, porque el 308 es más aplomado que el 307 y dobla con mayor adherencia transmitiendo esa seguridad al conductor.
Si bien no es el motor ideal, sus prestaciones lo dejan bien parado ante la competencia. Pero el veredicto cambia si nos referimos a la caja manual o a la automática. Mientras que la primera hace rendir al motor, con cambios de mediano trayecto, la segunda no nos ha satisfecho porque sus cuatro marchas no alcanzan para llevar al motor lo suficientemente relajado, estirando la función de cada una de ellas no solo repercutiendo en los más elevados consumos, sino que el confort de marcha se ve perjudicado al elevar las revoluciones casi al corte cuando se le pide un poco de potencia extra.
Verdaderamente creemos que es urgente migrar hacia una nueva caja automática de cinco marchas o a la que ya posee la marca de seis y que equipan otros modelos (con otros motores).
También evoluciona con importantes agregados en materia de seguridad. No solo ahora agrega seis airbags, sino que lo complementa con sistemas dinámicos como el control de tracción y de estabilidad que representan avances que lo dejan posicionado como lo más alto de su segmento.
En conclusión, el nuevo 308 es ampliamente recomendado por su confort, equipamiento de seguridad y confort y su tamaño –sobre todo para la ciudad- en la versión Feline probada. Respecto de su motor 2.0L de buen rendimiento tenemos el reparo mencionado en cuanto a sus consumos y a la disponibilidad de impulsores más modernos.