Test: Toyota 86 GT AT
Destacada por su diseño y estirpe deportivo, esta coupé de la firma japonesa vuelve a ocupar el espacio vacío dejado por la marca en el segmento.
La unión entre Toyota y Subaru se originó para el desarrollo de una plataforma que dio como resultado al 86 y BRZ, respectivamente. Así comenzó la historia de este flamante deportivo nipón que arribó al país en diciembre de 2012 para ubicarse como el estandarte de la compañía y a su vez situarse como el sucesor de la ya desaparecida coupé Celica.
Constituido como un “pura sangre” el Toyota 86 cumple con estas premisas en su estética por su bajo despeje del piso, su trompa de rasgos afilados, sus neumáticos 215/45 R17 (sólo en la versión tope de gama) y por la doble salida de escape cromada, entre otros.
Con todos estos condimentos más las ópticas de xenón y LED (equipada en la serie GT únicamente), sirvieron para acaparar las miradas del público en general ante este vehículo que en ningún momento pasó desapercibido.
Una vez en el interior, el Toyota 86 muestra porque es un deportivo. Desde que nos ubicamos en el habitáculo la posición de manejo es una fiel característica de este tipo de automóviles con una postura muy baja que no nos permitirá visualizar el inicio de la trompa. La butaca de muy buen diseño y calidad también permite ajustarse en altura manualmente. Además colaboran los reglajes del volante en altura y profundidad para definitivamente poner en marcha al vehículo.
En cuanto a las plazas traseras, la realidad es que el Toyota 86 ha sido concebido para dos ocupantes. Quizás en algún trayecto corto se puedan sentar más de dos personas aunque realmente no tendrán espacio para las piernas y les será muy difícil el acceso y el descenso.
El resto de los comandos y elementos no sólo denotan deportividad sino también categoría. Ya sea por la pedalera en aluminio, el volante y el freno de estacionamiento revestidos en cuero y los materiales en general. Asimismo, la operación de la climatización mediante unas rueditas y botones nunca estuvieron alejadas del estilo.
Así, el conductor tiene todo a disposición para requerir en cualquier momento lo que le plazca. Sin embargo, uno de los puntos en contra es sin dudas su reproductor de música, no por su calidad de sonido gracias a los 6 parlantes, sino por su sencillez. De hecho su iluminación es verde y no combina con la luminaria naranja del tablero y el resto de los comandos.
Desde ya entre sus detalles de seguridad sobresalen por los 7 airbags (delanteros, laterales delanteros, de cortina y rodillas para el conductor), los controles de tracción y estabilidad al igual que los sistemas ABS con EBD (Distribución Electrónica de Frenado) y BA (Asistencia de Frenado). A ellos se le suman la columna de dirección colapsable y los frenos a disco en las cuatro ruedas.
Por otro lado, el equipamiento es uno de los puntos en discusión que presenta el 86 ya que fue concebido como un deportivo -donde lo primordial es su estética y prestaciones- resignando tal vez elementos de confort. Si se destacan el acceso sin llave y el botón de arranque (realmente muy práctico), las butacas calefaccionadas, climatizador automático y control de velocidad crucero, como más relevantes. Quizás, a nuestro entender podría incorporar algunos dispositivos que lo realcen en esta faceta como un techo eléctrico y un sistema musical con pantalla central, Bluetooth y mandos desde el volante.
En cuanto a su mecánica, el Toyota 86 cuenta con el propulsor 2.0 litros Boxer (cilindros opuestos) desarrollado por Subaru que eroga unos 200 caballos de potencia sin turbo ni compresor. Su transmisión automática-secuencial de 6 marchas con el botón sport le aporta otros condimentos a la conducción.
Una vez en marcha, el Toyota 86 ya sorprende por el “sonido” del propulsor. Como mencionamos anteriormente la postura baja, la suspensión deportiva y los neumáticos transmiten a los ocupantes todas las imperfecciones del camino ya clásicas en este tipo de vehículos. Otro aspecto para recalcar es su despeje-que si bien es bajo- permite tomar sin mayores inconvenientes los lomos de burro y badenes en la ciudad.
A la hora de acelerar un poco más sobre la ruta, el automóvil se comportó de forma óptima y sin sobresaltos (gracias a su distancia entre ejes, altura y dirección) otorgando una sensación de estabilidad y seguridad al volante. En tanto, en modalidad netamente automática los pasos de marcha a la hora de exigirlo se notaron a altas revoluciones incrementando el ruido del motor y la sensación de velocidad. En modo manual los cambios pasaron de forma precisa y con el uso del botón Sport y sobretodo la tracción trasera nos han permitido disfrutar de la conducción.
Párrafo aparte merece el consumo, ya que el que adquiera este vehículo no se fijará tanto en este ítem aunque si hay que hacer la salvedad que a velocidades crucero de 100-120 km/h realmente el Toyota 86 no ha generado una baja preocupante en la aguja del tablero.
Como conclusión resta decir que el 86 cumple con los ideales para los cuales fue creado y a su vez, le permite a Toyota recuperar el terreno perdido en el segmento. Tal vez, los 200 CV le queden algo acotados más si se tiene en cuenta que su rival más directo es el Hyundai Genesis con 275 CV. Si bien fue difícil encontrarle más competidores (por sus dimensiones, potencia, tracción y precio) quizás, quien piense en adquirir este vehículo podría ver como opciones al Volkswagen Scirocco, Renault Mégane III R.S. o porque no al Peugeot RCZ, entre otros (ver comparador de competidores). Cabe recordar que el 86 fue diseñado como un pura sangre y alguno de los modelos mencionados anteriormente son vehículos devenidos en coupés deportivas.
También, presenta algún faltante de equipamiento que lo podría aggiornar un poco más. Pero en líneas generales el 86 es un producto acorde para los amantes de la deportividad y la estética pese a los 66.100 dólares (el más costoso de sus competidores) que se deberán desembolsar.