Test: Porsche Panamera
Un V6 con mucha clase que es capaz de mostrar lo mejor de la marca, la deportividad y el glamour en un modelo medianamente asequible para la tradición Porsche. Además posee un equipamiento de primer nivel y calidad.
Desde que la ultradeportiva Porsche decidió ingresar en segmentos de los cuatro puertas –hace unos años con la SUV Cayenne y más recientemente con el Panamera– no ha descuidado su estirpe definida por el emblemático modelo 911.
Es decir, su estrategia fue reproducir el más deportivo y tradicional de sus vehículos en carrocerías más grandes. Y no lo ha hecho mal. Desacartonó los modelos de alta gama y le acaparó público a las tradicionales marcas Premium alemanas.
Pues ello es lo más evidente en el Panamera, al menos en su versión V6. Porque su estructura y diseño lo aparentan un verdadero 911 de cuatro puertas pero, en realidad, es un modelo de lujo más, como sus rivales pero con una caparazón distinta.
El Panamera siempre tendrá elementos asimilables a una coupé, como los asientos enterizos (sin apoyacabezas independiente), la caída del techo pronunciada o la baja posición de manejo. Contrariamente, su marcha es placentera y no tan rústica como otros modelos radicales, sino que se asemeja a una berlina de alta gama más que a un súper deportivo.
Esto último implica que el trabajo de la marca fue excepcional a los efectos de poder lograr una mixtura ideal que representa lo mejor de ambos mundos: bajo, pero cómodo, rápido, pero equipado. Dobla aplomado y pareciera misión imposible llevarlo al extremo porque siempre brindará seguridad a su conductor. Todo esto no merma su cualidad de sedán familiar, aunque no puede llevar más de cuatro pasajeros por su consola central que se prolonga hasta las plazas traseras.
Su motor posee 300 caballos de fuerza, los suficientes para poder llevar a este pesado vehículo lo suficientemente rápido y con muy buenas prestaciones que son muy deportivas. Claro está que para aquellos que quieran aún más adrenalina deberá inclinarse por las versiones S de 400 caballos, la Turbo o Turbo S de 500 o 550 CV respectivamente.
Su transmisión es la conocida PDK de Porsche que en este caso tiene siete marchas que se desempeña automática o secuencialmente con la palanca o con las paletas detrás del volante. Es verdaderamente eficaz y veloz como para desenvolverse en ocasiones de ruta, como suave e imperceptible en su forma de pasar los cambios en las calles.
El interior es distintivo. Mezcla lo mejor del 911 (el que ahora comienza a equipar algunas cosas del Panamera) y su imponente consola central define un ambientes tipo cabina de avión que impactará a cualquier persona que viaje en este auto. Rematan una pantalla multifunción touch que no está sola, sino que es posible reproducir varias de sus funciones en otra más pequeña que se ubica en uno de los aros del tablero (incluso el navegador) para no quitar la vista del camino. Por lo demás, en equipamiento lo posee casi todo.
Sus capacidades son relativamente buenas, pues los usuarios de las plazas traseras irán cómodos y lo más parecido a viajar en el asiento del acompañante, aunque el techo es un poco bajo, no afectará a la mayoría de sus ocupantes. El baúl es un tanto pequeño para el tamaño del vehículo, pero el estilo bien vale a esta reducción.
El glamour que emana el Panamera es elocuente y su paso nunca pasará desapercibido. Su porte es imponente y su conducción simple. Un equilibrio logrado por Porsche que no sólo coloca a la marca como un nuevo competidor de lujo, sino que lo pone entre los mejores.