Test: Ford Fiesta KD Sedán Titanium AT

La nueva generación del compacto de la firma del óvalo no sólo aumentó sus cualidades estéticas, tecnológicas y de confort, sino que además ratificó su liderazgo en materia de seguridad.

Pruebas | conduciendo | 27/09/2013 | Compartir

Continuando con la filosofía de globalizar su portafolios, Ford introdujo al mercado nacional la nueva generación del Fiesta, un modelo que desde hace ya más de veinte años recorre las calles y rutas del país, y que ahora mediante su renovado y moderno diseño, su tecnología de vanguardia y sus avances mecánicos; busca convertirse en el máximo referente de los compactos, ya sea en su variante hatchback (cinco puertas) o en la sedán.

Pocas semanas después de su presentación en el Salón de Buenos Aires y sólo unos días más tarde de su lanzamiento al mercado, en Conduciendo.com tuvimos la posibilidad de testear la versión Titanium automática -el tope de la gama- en la carrocería de cuatro puertas. Ya sea por sus formas como por su grado de confort, este ejemplar tiene lo necesario para potenciar la competencia en un segmento donde también conviven el Chevrolet Sonic y el Honda City.

Antes de comenzar a detallar las características del automóvil probado, y para hacer referencia a la importancia de la renovación de este ejemplar, destacamos que en la opción hatch fue dotada con el mismo nivel de elementos a fin de llegar a ubicarse como líder de su rubro ante el Peugeot 208, el Fiat Punto, el Citroën C3, el Honda Fit y el Chevrolet Sonic Hatch.

De regreso al test del sedán, podemos afirmar que más allá de mantener la plataforma de su antepasado, esta edición es superior a su antecesor. A comparación del primer Fiesta KD, el nuevo vuelve a respetar el lenguaje Kinetic Desing, pero enseña una silueta más deportiva y atractiva que toma prestadas algunas terminaciones ya utilizadas por Aston Martin, marca de origen británico que integró la familia Ford hasta 2007. La adopción de la parrilla hexagonal delantera es donde esto se hace más notorio. Otras novedades, positivas, son la aparición de ópticas más estilizadas, trazos dinámicos más marcados en el capó y los laterales, y faldones más jugados. A pesar de que los faros antiniebla delanteros son más funcionales, con la desaparición de las luces diurnas de LED puede que haya perdido en atractivo.

Dentro del habitáculo las modificaciones más significativas se vinculan más al rubro tecnológico; dado que, en lo que al aspecto se refiere, lo más sobresaliente son la nueva serigrafía Ice Blue de los relojes del tablero; y la consola central está “más limpia”, ya que desapareció la botonera que llevaba los controles de la radio. Los materiales en general son buenos y firmes, aunque siempre se pueden mejorar, dado que abundan los de tipo duro que son habituales en los productos MERCOSUR. Para afianzar su grado de confort, tanto el volante multifunción como la palanca de cambios, el freno de mano y el tapizado de los asientos son de cuero.

El techo corredizo delantero ayuda a mantener fresco el habitáculo y otorga mayor luminosidad. Al igual que su antecesor, es posible personalizar el ambiente a través de las luces LED internar que adoptan siete diferentes colores. La pedalera de aluminio y las butacas envolventes hicieron que volvamos a tener la sensación de estar ante un deportivo.

La posición de manejo adecuada es simple de encontrar, puesto que tanto la butaca como el volante pueden regularse en profundidad y en altura. Al cambiar de conductor notamos que las personas de mayor altura no logran apreciar la totalidad de la imagen de la pantalla por culpa de una visera; sin embargo, hubo otros vehículos probados que no tenían esa extensión y el reflejo no permitía apreciar la información. Que los mandos de audio, el Bluetooth, el control crucero, el SYNC y la computadora de a bordo estén en el volante o la columna de dirección ayuda mucho a la hora de utilizarlos para no tener que sacar la vista del camino.

Justamente, para evitar distracciones durante el viaje, en la configuración Titanium testeada figura de serie el sistema SYNC, una herramienta que, aunque ya figuraba en su antecesor, ahora está actualizada y permite controlar los diferentes elementos y contenidos tecnológicos (GPS 3D, temperatura del climatizador, radio y teléfono, entre otras) desde el reconocimiento de voz. Al principio no parece ser la aplicación más simple de utilizar, pero con el uso cotidiano se convierte en un dispositivo práctico y útil; además, durante el proceso de acostumbramiento, las palabras “qué puedo decir” son de grandísima ayuda.

Otras innovaciones de esta generación son los sistemas MyFord Touch y el Ford MyKey. El primero cuenta con una buena pantalla color touchscreen LCD de 6,5 pulgadas que refleja la hora, los ajustes del sistema, el entretenimiento, el teléfono, el navegador y la cámara de visión trasera, que contribuye a la hora de estacionar. El único punto en contra del sistema touch es que algunos comandos están algo alejados de quien maneja. En el segundo caso se pondera un manejo más seguro desde la opción de limitar las funciones del propulsor y de la música mediante una configuración previa.

El sistema de apertura Keyless, el arranque sin llave con botón “Ford Power”, el espejo retrovisor fotocromático y los sensores de lluvia y crepuscular, completan un nivel de equipamiento que sorprende dentro del segmento. El espacio interior adelante es correcto, y atrás no está mal, aunque según sea la persona puede que las rodillas rocen con los asientos delanteros. Para que los pasajeros no estén incómodos por culpa de bolsos u otros elementos dentro de la cabina, existe un baúl con capacidad de 362 litros que le sienta muy bien. En caso de ser necesario los asientos posteriores pueden reclinarse en proporsión 60:40.

Más allá del conocido motor 1.6L Sigma que produce 120 caballos y 152 Nm de torque que mantiene toda la gama del nuevo Fiesta, la gran novedad para esta edición es que ahora se puede optar por una transmisión Powershift secuencial de seis velocidades, variante que antes no se ofrecía. Esta caja nos brindó una conducción placentera en la posición directa y más dinámica en el modo Sport, donde los cambios fueron manuales. A pesar de que los pasos de marcha son largos, no sentimos que se vea afectado el manejo.

Al margen de la tecnología, la impulsión y el confort, donde más se destaca este vehículo y toma ventaja sobre sus competidores es en la sección de seguridad pasiva y activa. Para evitar cualquier tipo de accidente, en la versión Titanium, figuran los controles de estabilidad y tracción, los frenos ABS con distribución electrónica de frenado (EBD) y asistencia electrónica al frenado de emergencia (EBA), la asistencia al arranque en pendientes, los cinco cinturones inerciales y los ganchos ISOFIX para asegurar las sillas de los más chicos. En el caso de que el golpe ya no pueda evitarse, hay siete airbags (dos frontales, dos laterales de tórax, dos laterales de cabeza y uno para las rodillas del conductor), apoyacabezas en las cinco plazas y la columna de dirección colapsable, entre otros.

En definitiva, el nuevo Fiesta ostenta una imagen moderna y deportiva, niveles de confort, seguridad y tecnología netamente superiores a la media de su segmento, y un abanico mecánico que permite elegir entre cajas manuales y automáticas; por lo que se ubica como una más que interesante opción a la hora de comprar un vehículo, ya sea en su variante sedán como en la hatchback.

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