Henry II: el Rolls-Royce Shooting Brake único en su especie
Basado en un Corniche de 1981, este proyecto artesanal combina técnicas modernas y respeto histórico darle vida a un Rolls-Royce Shooting Brake muy especial.
Niels van Roij Design acaba de presentar Henry II, un vehículo único que toma como base un Rolls-Royce Corniche Coupé de 1981 y lo transforma en un Shooting Brake de diseño totalmente nuevo.
Una base histórica, un enfoque contemporáneo
El punto de partida fue un Corniche de casi medio siglo, conservado por una sola familia desde su adquisición y apodado cariñosamente “Henry”.
Asimismo, el nuevo diseño, ejecutado durante más de dos años, mantiene las proporciones clave del Corniche, pero redefine su arquitectura superior con una carrocería Shooting Brake completamente flamante.
Desde el parante B hacia atrás, todo ha sido reconstruido en acero moldeado a mano. Incluye techo, parantes, perfiles y portón trasero, que ahora integra un sistema de apertura hidráulica con luneta embutida.
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A su vez, el equipo liderado por Niels va Roij aprovechó herramientas como escaneo 3D, y prototipado en impresión 3D para desarrollar cada componente. Pero fue la mano del artesano la que dio forma definitiva a la chapa, al cuero y a la madera.
El lenguaje Shooting Brake: herencia y propósito
La elección de una carrocería Shooting Brake no fue casual. Tradicionalmente asociada a vehículos deportivos con vocación práctica, esta silueta otorga al Henry II una personalidad distinta dentro del universo Rolls-Royce.
El resultado no es una reinterpretación vintage, sino una nueva tipología dentro del catálogo imaginario de la marca.
Lejos de parecer un ejercicio de diseño conceptual, el Henry II fue concebido para el uso diario. Cada modificación tiene un propósito funcional.
Desde el alargamiento del techo, que mejora la habitabilidad y la capacidad de carga, hasta el rediseño completo del espacio de carga, pensado para alojar un sistema de transporte inédito.
Un portabicicletas oculto, ejemplo de ingeniería a medida
Una de las soluciones más llamativas del proyecto es un portabicicletas retráctil y eléctrico, completamente oculto en la parte posterior.
Esta innovación surgió de una necesidad concreta del propietario, apasionado por el ciclismo, quien deseaba llevar sus bicicletas sin comprometer la estética ni la integridad del habitáculo.
Para integrar este mecanismo, el equipo reconfiguró el piso trasero y reubicó el depósito de combustible.
La integración mecánica y visual de este sistema es tal que no deja rastro cuando está cerrado, algo inédito en vehículos de esta clase.
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Este tipo de soluciones demuestran que el Henry II no es solo un vehículo de exhibición, sino un auténtico gran turismo funcional, diseñado para acompañar a su propietario tanto en viajes como en competencias deportivas.
Un habitáculo que narra una historia
El interior del Henry II refleja la misma atención al detalle que su carrocería. Lejos de una reinterpretación radical, el objetivo fue preservar el alma del Corniche.
Por ello se han restaurado piezas clave como el salpicadero original, cuya pátina fue cuidadosamente conservada.
A su alrededor, el interior fue rediseñado con una mezcla de cuero beige, tela escocesa y alfombra verde oliva. Son materiales seleccionados no solo por su calidad, sino por su vínculo con el pasado y la identidad.
Se incorporaron asientos traseros plegables eléctricamente que permiten convertir el área posterior en una superficie de carga plana, lo que mejora la usabilidad sin sacrificar el confort.
Entre los añadidos funcionales se destacan una consola con instrumentos de rally, un ordenador Brantz, luz de lectura en el techo y portamapas centrales.
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Cada elemento fue hecho a medida, desde los marcos de madera hasta los paneles tridimensionales de los laterales, sin recurrir a piezas prefabricadas.
La calidad de ejecución convierte al habitáculo en una cápsula de lujo funcional, personalizada con precisión quirúrgica.
Más que un automóvil, una obra de diseño integral
Como complemento, Niels van Roij Design diseñó una serie de maletas fabricadas con los mismos materiales del interior.
Claramente fueron fabricadas para encajar a la perfección tanto en el espacio de carga como en la estética general.
Dos bolsas de viaje y un bolso de mano llevan discretamente el emblema «H», en homenaje a Henry, el nombre original del Corniche.
Este tipo de gestos encapsulan la filosofía del proyecto: crear un vehículo único que trascienda su condición de objeto y se convierta en una extensión emocional del usuario.